Fue a principio de temporada cuando nos enteramos que la “Finale” de la Copa de Rallyes de Francia se disputaba muy cerca de la frontera con España, coincidiendo con el Rallye du Pays Basque. La fijamos como cita ineludible en nuestro calendario de asistencia, para estar muy atentos a todo lo que se moviese en la página de la organización. Esta final, reúne a los pilotos que han destacado a lo largo del año que transcurre entre los septiembres de una y otra temporada, en las pruebas regionales que la federación designa como puntuables para la misma, casi nada.
La página se movió, y de qué manera… Nada menos que 186 inscritos que iban a tomar contacto con dos tramos el viernes 29 de octubre a última hora, siguiendo el sábado con nueve especiales compuestas por tres tramos que se hacían tres veces. En torno al pueblo de Hasparren tendrían lugar las cronometradas, mientras que Anglet se encargaría de albergar las asistencias y parques cerrados.
Estando a algo más de cinco horas, a las 8 de la mañana salíamos de Navia, Montañés, Dorado y un servidor, para coger a Mario en Gijón y ponerse el mono de viajero en busca de saciar nuestra sed de rallye extranjero. Con distintos tipos de lluvia en el trayecto llegamos a Anglet, lugar en el que encontraríamos las asistencias cerca de la playa, pero que nos fue más que difícil, ya que la mala señalización, la poca calidad de nuestra guía y la ausencia de aparcamiento, nos hizo retrasarnos más de la cuenta. Tras un bocata de campeonato y haciendo gala de nuestro nulo francés, caminamos durante unos diez minutos para llegar al “Bagdad” de los rallyes. Los montajes son, sencillamente, de mundial. Mucho colorido, muletos por todas partes, fotos a color de los pilotos en las asistencias, posters, pegatinas, postales… Fuimos empapándonos del ambiente racing que se respiraba por todo el parque, culminándose cuando al final del mismo, nos encontramos con un simulador que ya habíamos visto en “El Príncipe” y que con ocho hidráulicos hacía las delicias del piloto y que de no ser por la larga cola, nos hubiera encantado probar. En los alrededores, un par de prototipos nos alegraban la vista en ausencia de los coches de carreras, siendo una de las cosas que más nos llamó la atención una especie de feria de muestras que gira entorno al rallye, en la que las regiones por las que discurre, se ven allí representadas con sus productos más destacados, todo ello junto a coches en miniatura, empresas de piezas de competición y un stand de la organización que se estaba haciendo de oro vendiendo todo tipo de suvenirs, que no eran precisamente regalados.
Una vez visto, decidimos seguir adelante por el paseo marítimo y ¡premio!, a lo lejos parecía relucir un Nissan 350Z de carreras, estábamos sobre la pista. Y menuda pista, casi 200 coches de colores adornaban un aparcamiento del que jamás nos quisimos ir. En nuestra vida habíamos visto tanto caballo junto y teníamos muy claro que tardaríamos en volver a verlo. Presidido por el BMW de Huges Delage, que hacía las labores de coche 0, nos encontramos con tres S2000, siete Peugeot 306 Maxi, tres Maxi-Megane, once Mitsubishi, cinco Subaru, un Clio Maxi, nueve Clio R3, todo ello salpimentado con siete BMW Compact F2000, 135i, Z3, Lotus Exige, Porsche y demás inventos camuflados bajo la reglamentación F2000 que, simplemente, quitaban el hipo.
Salimos lo más rápido que pudimos, ya que nuestra primera cita con el asfalto era el primer tramo del viernes, que se hacía íntegro de noche y que recibía el nombre de Pascoenea, siendo una parte del que el sábado íbamos a presenciar. Tras pasar por el hotel, nos dirigimos a la zona, pero entre que las indicaciones en Francia son muy escasas, nos encontramos con obras y las personas a las que preguntamos no estaban muy al tanto de la carrera, llegamos tarde, mal y nunca. Aparcamos al lado de una casa en la que un amable señor nos indicó que por medio de aquel monte llegábamos al tramo… sí, pero a la parte que el viernes no se hacía. Corriendo en busca de la salida, vimos pasar a Delage en su BMW, teniendo muy claro que no íbamos a llegar a tiempo, ya que la organización cierra los accesos con mucha antelación, con lo que correr entre dos y tres kilómetros fue nuestra penitencia. Por fin llegamos, la noche y la lluvia, nos iban a hacer imposible sacar fotos de calidad, pero aún así lo intentamos. Pegados a la carpa de salida, pudimos observar cómo los Maxi siguen poniendo los pelos de punta y entre la iluminación artificial que da la “farada”, observamos lo amarrados que van los Compact, a los que por mucho que se les aprete, no se les descoloca la trasera ni de broma. Buena impresión nos dieron los Lotus, como los primeros Evo y los Clio R3, que tenemos que reconocer que nos llegaron a cansar, pero eran un buen aperitivo anterior a los Saxo, 106 y demás, la mayor parte con unos secuenciales muy afinados que permitían distinguir en el silencio de la noche su potencial. El viento había parado y la noche empezaba a enfriar, por un lado daba pena dejar todavía una hora de “aparatos” sin ver, pero el estar descansados para el sábado era la preferencia.
A eso de las siete de la mañana salíamos de San Juan de Luz, camino de Hasparren de nuevo. Se notaba que era sábado, mucha más gente “racing” nos indicaba que estábamos cerca del tramo y que los accesos a la zona de meta enseguida nos permitirían llegar para ver las tres pasadas por el primero del día, “Cambo/Hasparren”. De nuevo aparcamos demasiado lejos, pero a paso ligero llegamos a una zona en subida que llaneaba para un cruce a izquierdas, con otro par de escuadras cerca, habíamos tenido suerte y las cuatro horas que ya llevaba cerrada la carretera, no nos impedían coger buen sitio. El montaje era simplemente espectacular, a la vez que muy drástico, con kilómetros de cinta en exteriores y sólo permitido para el público en zonas altas y de “segunda línea de playa”. Además, un señor con muy mala leche salía de su coche de seguridad a pegar voces a los allí presentes, perdiendo el tiempo por momentos ante la gran cantidad de españoles que poblaban las cunetas.
Delage abría carrera ya dejando claro al nivel que ruedan los franceses en mojado, bacheado y con suciedad. Como hacía tiempo que no veíamos, los coches salían por clasificación, por lo que el primero en pasar era el 306 Maxi de David Salanon, que no dudó en cruzar su Peugeot a la vez que comenzaba a engranar marchas camino de afianzarse en el liderato. El segundo no pasaba, ya que el Compact de Anthony Mora se quedaba tirado en el tramo, siendo Phillipe Brun el siguiente en pasar con su Megane, justo antes del espectacular Compact de Gilles Nantet, dejando patente la competitividad del 318 bávaro. Destacable dentro de los diez primeros era el octavo puesto de François Pelamourgues, que con un Clio R3 estaba pegándose con unos “gordos” entre los que no se encontraba ningún Maxi más, ni ninguno de los kit-car que tan buena impresión nos había causado el viernes, quedándose también muy alejados los Lotus, Porsche, Nissan y los BMW Z3, M3 y 135, ante los que ya se había colado algún 106.
Tras algo menos de tres horas de coches, nos disponemos a buscar otro sitio de cara a la segunda pasada, que comenzará una hora más tarde. Nos movemos unos 300m y nos plantamos en el siguiente cruce. Es más cerrado y tiene por fuera unos troncos apilados; ese va a ser nuestro nuevo emplazamiento. Pero tras estar tres cuartos de hora esperando, el “comisario amable” de la primera pasada se empeña en que estamos mal, con lo que, no entendiendo mucho el criterio que siguen en cuanto a seguridad, nos movemos sin rechistar. El problema de estas cosas es que no todo el mundo obedece y los españoles tenemos facilidad para saltar “a la mínima”, cuando tenemos pocas horas de sueño y demasiado alcohol en sangre, lo que desencadenó en insultos por parte de varios energúmenos que llevaron al jefe de seguridad a meterse en el coche, bajar a meta y suspender el tramo. De la reacción de los franceses cuando se enteraron que no había cronometrada por culpa de sus vecinos, mejor no hablar. Es tan estricto el tema de la seguridad, que incluso alguno se fue con una multa para casa, pagada en el acto, cuando los gendarmes le cogieron andando por la carretera para cambiarse de sitio. Tenemos mucho que aprender.
Con el tema así, los coches fueron pasando neutralizados, que no parados, porque en alguna zona como los cruces se empleaban a fondo. Si ver una pasada normal se hace pesada, una neutralizada, no digamos, con lo que vimos los primeros y nos fuimos al lejano coche a comer algo para ver una parte de la tercera pasada y salir camino de Asturias.
Volviendo tras la comida a nuestro primer cruce, todavía están pasando los últimos, con lo que tocaba esperar un rato.
El frío comenzaba a calar en la piel y el viento racheado con lluvia hacía bastante incómodo estar en la parte exterior del cruce, aguantando a un montón de franceses que ya habían bebido bastante y no paraban de cantar de manera bastante desagradable. Tras una barrera de gendarmes demasiado lejana, hicimos trabajar al “tele” para poder sacar algo de provecho, pero la lluvia reciente y el mal estado del piso tras tantos coches, hacía que enseguida se parase la manga, echando de menos entre los trece coches que vimos a Delage y Nantet, a los que no habíamos visto entre los neutralizados y algún Evo fuera de lugar, comenzando a retrasarse tanto el paso, que decidimos a eso de las seis y cuarto arrancar para casa, no sin antes ver como Salanon se defendía como podía de los ataques de un Xavier Pruvot que con su Evo IX había hecho una gran remontada hasta el punto de llegar a 15” del ganador del 306. También contemplamos como el Grande Punto S2000 de Sebastien Dommerdich se quedaba a 49” del vencedor y cómo Brun, había perdido comba a lo largo del día para pasar de segundo a cuarto clasificado final con su Megane de Hankook. Cerrando los cinco primeros se situó André Jezequel, a bordo del 207 S2000, volviendo a sorprender las prestaciones de los Clio R3, con Pelamourgues en séptimo lugar a 2´09” de Salanon, Romain Ferry a 2´29” y Christophe Barneaud a 2´51”.
La vuelta a casa, no fue nada del otro mundo, los kilómetros iban cayendo a la vez que coches “racing” nos adelantaban cargados de gente durmiendo y banderas de regiones de nuestro país, mientras nosotros hacíamos una valoración en la que quedaba claro que, a pesar de ver sólo una pasada entera, el impresionante parque cerrado y las prestaciones de los coches franceses habían merecido la pena, sin entrar en que muchos de sus pilotos, no estén a la altura de la maquinaria que llevan. A ver en qué zona cae el año que viene.
Reportaje: Hugo González